Quedamos gratamente sorprendidos
con una historia y un montaje al que calificamos con una palabra: Necesario.
Anoche
estuvimos en el Teatro Colón de Bogotá, viendo la obra Labio de Liebre
(venganza o perdón) de Fabio Rubiano y el grupo Petra. Quedamos gratamente sorprendidos
con una historia y un montaje al que calificamos con una palabra: Necesario.
El
personaje principal es Salvo Castello, un hombre que luego de ejecutar múltiples
actos de atrocidad en su país, vive exiliado en Territorio Blanco, lugar donde
paga la condena por sus crímenes. Además de la deuda legal, Castello debe
enfrentar otra de un valor mayor, la deuda con sus víctimas. A manera de recuerdos,
fantasmas y tormentos mentales, algunas de las víctimas de Castello se mudan a
vivir con él, para exigirle, desde el más allá de la muerte y el más acá de la
conciencia, que los recuerde, los reconozca y, sobre todo, les pida perdón; la
única forma en que víctimas y victimario podrían continuar en paz.
La
manera en la que se aborda el conflicto y el posconfilco de nuestro país en
esta obra es, por lo demás, innovadora, muy aparte de otras producciones que
hemos visto en la pantalla chica o grande. Labio de Liebre se aleja de los
melodramas en los que comúnmente se idealiza al victimario y muy poco se deja
espacio para el reconocimiento de los civiles que padecen el conflicto; en
cambio, elabora un retrato humano, complejo y completo, de la violencia
reciente de Colombia, de una manera altamente creativa, entretenida, y muy bien
montada.
Labio
de liebre transcurre a través de un contrapunto de emociones que van del humor,
al humor negro, al humor aún más negro, dejando entre uno y otro, escenas
claves para el testimonio dramático y verosímil de nuestra tragedia nacional. Como
dijimos al principio, es una obra necesaria, que nos permite a través de su
historia, sus personajes y una escenografía en la que conviven la pesadilla y
el sueño, indagar nuestra capacidad de hacer memoria y perdonar.
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