domingo, 9 de febrero de 2014

Facebook y su cumpleaños, ¿feliz?



Una mirada a lo que han sido estos diez años de Facebook y su influencia en lo que hoy en día consideramos intimidad. 

Por: Juan de Dios Sánchez Jurado
 


 Twitter: @cbzdegato

Para celebrar su cumpleaños número diez, el gigante de las redes sociales, Facebook, organizó una especie de festival de cine, produciendo una película de un minuto para cada usuario. El corto retrata el nacimiento virtual del cuentahabiente, paseándose cronológicamente por sus fotos más destacadas hasta la fecha. Igual que a millones de usuarios, me ganó la curiosidad de ver mi película. La primera reacción fue pura nostalgia. Al fin y al cabo se trataba de fotografías que muestran una parte de mi vida durante los últimos seis años (tiempo que llevo en esta red). Sin embargo, inmediatamente, hubo una segunda reacción: Nunca me sentí tan incómodo. Consideré que esta iniciativa de Facebook tenía mucho de atrevimiento. Fue como si me hubieran robado el álbum que guardo en el cajón más recóndito de la casa y que sus fotos hubieran sido recortadas para hacer un collage que anduviese por la calle ante los ojos de cualquiera. Sé que el material que posteo en Facebook, una vez online, ya no me pertenece del todo, se supone que eso dicen los términos y condiciones que acepté sin leer al abrir un perfil, lo que me sorprendió fue que, además, la red social pudiera disponer un tanto abusivamente de dicho material, elaborando una pieza de cine que no pedí, lo que me quitó las ganas de celebrarle el cumpleaños y, en cambio, lamentar lo vulnerable de nuestra intimidad ante su dominio.  

Si bien los beneficios de Facebook son innegables, tales como acercar y comunicar a la gente o favorecer la democratización del uso del computador y del acceso a internet, también me queda claro que, gracias a él, llevamos una década desdibujando la barrera entre lo íntimo y lo público. Diez años habituándonos a su pornografía suave y convirtiéndonos en sujetos activos de ella. Diez años exponiendo voluntariamente nuestra biografía e identidad, con la idea de controlarlo, cuando en realidad aquello que consideramos “vida privada” es utilizado para espiarnos. No es secreto que aplican un algoritmo que clasifica nuestros gustos y organiza una oferta de banners que se ajustan a nuestras prácticas individuales de consumo. Hoy soplamos diez velitas para celebrar que Facebook nos ha seducido con golosinas como esta peliculilla para aceptar esa vigilancia y, de hecho, patrocinarla, como lo han hecho los millones de usuarios que han compartido sus películas en sus perfiles. 

No digo que las redes sociales sean los peores villanos, pero no puedo olvidar que ahora mismo hay un hombre llamado Edward Snowden, asilado en Rusia, buscado por el gobierno americano por revelar los métodos de espionaje que esa Nación ejerce sobre  el contenido que circulamos en internet, incluido el de redes sociales.  Me preocupa que, a pesar de esa situación, parezcamos tan felices con este ficticio festival de cine, lo que me pone a pensar en el tipo de personas que seremos de aquí a diez años, en qué tan alto llegará a ser nuestro afán de auto-exposición, y si para entonces nos habremos resignado por completo a la intromisión de gobiernos y corporaciones en lo que en la antigüedad llamábamos vida privada. 

 

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