Ilustración: José Balbino |
Por: Juan de Dios Sánchez Jurado-especial para Cabeza de Gato
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Conversamos con Florence Thomas, referente indiscutible del feminismo en Colombia. Descubra
lo que nos contó acerca del estado actual del movimiento y los retos que
plantea el nuevo siglo para lograr la equidad de género.
Cabeza de Gato: A siete años de la
primera edición de su libro Conversaciones con Violeta, ¿sigue la revolución
del feminismo tan inacabada como entonces?
Florence Thomas: Por supuesto, tal vez
más. Lo que tratamos es no retroceder, avanzar ha sido terriblemente difícil.
La legalización del aborto sigue siendo una utopía. El embarazo adolescente ha
tenido un mínimo descenso. La violencia contra las mujeres ha aumentado, su
cuerpo sigue siendo un botín de guerra en un conflicto armado que no termina.
La revolución de las mujeres estará lejos de terminar mientras sigamos en una
cultura patriarcal y profundamente maternalista. Soy una mujer más o menos
optimista, pero te desanimas cuando descubres cada vez más estragos del
patriarcado. Este es un país complejo, con mucha dificultad para entrar en la
modernidad.
C.d.G.: ¿Qué pasa con las mujeres que
se resisten a renunciar a ciertos beneficios del machismo?
F.T.: Pese a que el machismo es ante
todo un lugar de poder, de violencia, algunas mujeres han aprendido a vivir de
lo que éste les pide, le sacan provecho y les resulta confortable. Ser
feminista es andar por fuera de los caminos trazados para nosotras, a mi edad,
estoy más allá del bien y del mal, pero para las jóvenes es complicado porque
de alguna manera se considera al feminismo como la antiseducción. Hay muchas
que se acomodan a la cultura patriarcal, que saben vivir de ello, que les
parece perfecto ser objeto sexual, no saben que es necesario pasar de la casualidad
de ser mujer a la conciencia crítica de lo que es ser mujer. Uno no nace
feminista, se vuelve feminista, lo cual es una construcción en general
colectiva. No puedes cambiar el mundo sola. Yo tuve la suerte de fundar el
grupo Mujer y Sociedad en la Universidad Nacional. En mis conferencias a lo
largo y ancho del país, la población que más se resiste a este discurso es la
clase media y alta, en esos estratos hay mujeres inteligentes, que entienden
del tema, pero no quieren cuestionar lo que viven, sería abandonar la tarjeta
del club o en ocasiones separarse. La mujer de estrato popular entiende
rápidamente que no tiene nada que perder y todo para ganar, abrir la puerta de
su casa, salir al ámbito público, educarse, empoderarse. Es complicado trabajar
con la secretaria ejecutiva que va al gimnasio, que siempre está impecable,
ellas prefieren no saber. Hasta que la vida les da un golpe bien tenaz,
entonces vienen a verme.
C.d.G.: Menciona que para las mujeres
jóvenes es complicado iniciarse en el feminismo, ¿le preocupa el relevo
generacional?
F.T.: El relevo generacional se está
dando, tanto, que a mí ya me llaman la feminista histórica. Prefiero hablar de
diálogo intergeneracional. Las jóvenes deben alimentarse del viejo feminismo, y
al mismo tiempo construir puentes con el discurso de las feministas afro,
indígenas y todas las vertientes del Feminismo Decolonial. Además deben
entender que el concepto de género lo atraviesa todo, la clase social, la
etnia.
C.d.G.: En dos de sus libros propone un
diálogo ficticio, uno con una hija imaginaria y otro con un hombre ausente,
¿cree que en Colombia al feminismo le hacen falta interlocutores?
F.T.: Sí. Somos todavía bastante
invisibles. Incluso dentro del feminismo hay fragmentación, es igual en
cualquier movimiento social, a veces no nos escuchamos, y no estamos de acuerdo
sobre muchas cosas, por ejemplo, sobre cómo negociar la paz o con relación al
aborto. Es necesario dialogar, es la clave para construir puentes.
C.d.G.: ¿Cómo cree que debería ser la
relación entre feminismo y educación básica?
F.T.: Si queremos cerrar la brecha
entre hombres y mujeres, es necesario trabajar por una escuela no sexista. En
las imágenes de los libros para aprender a leer, en general, todavía es “mi
mamá me mima” y “mi papá maneja el tractor”, es decir, la figura de la mujer
sigue relacionada a lo privado y la del hombre al manejo de lo público. La
reconstrucción de este imaginario debe atravesar la educación en todos sus niveles.
Hay que capacitar a los maestros y maestras, cambiarle el chip a todo el mundo,
pero son proyectos muy costosos.
C.d.G.: ¿Cómo percibe que en la
comisión del Gobierno para los diálogos de paz con las FARC no haya una mujer?
F.T.: Me indigna enormemente. Sobre
todo por la manera en que las mujeres de este país han aguantado la guerra.
Ellas han padecido el secuestro, la muerte de sus hijos, saben lo que es tener
24 horas para abandonar su pueblo. Entonces, ¿por qué no está la voz de ellas
ahí? Sería un gran aporte, las mujeres tenemos una forma distinta de habitar el
mundo, de interpretarlo y actuarlo; hemos hecho constituyentes, cabildos,
marchas, hemos hecho todo por la paz, sin embargo, la ausencia en esa comisión
demuestra cómo, pesa a estar capacitadas, todavía somos invisibles.
C.d.G.: Hablando del amor, éste es
tradicionalmente entendido en forma sexista y estereotipada, ¿cree que ya es
hora de reinventarlo?
F.T.: En el amor todo está por
trasformar. Vivimos en una cultura patriarcal que distribuye roles
estereotipados en las relaciones de pareja, el hombre es el sujeto y la mujer
el objeto amoroso; un modelo que se reproduce hasta el cansancio y que se
reitera en las canciones que suenan en radio, en las telenovelas. A las mujeres
que tratan de cambiar esos modelos les va mal sentimentalmente. Sin embargo,
ellas están mutando su lugar en el amor, son más exigentes, están descubriendo
su cuerpo, son más sujetas. Eso no le gusta mucho a los hombres, este nuevo
lugar de la mujer genera muchas tensiones de pareja.
C.d.G.: ¿El Feminismo es a menudo mal
entendido por quienes en realidad no saben de qué se trata, si tuviera que
explicárselos, qué les diría?
F.T.: Mujeres que exigen ser
reconocidas como sujetas de derecho, eso es ser feminista, y no lo que algunos
piensan, que devoramos a los hombres, que les hemos declarado la guerra y que
somos brujas insoportables.
El enfoque de
mi trabajo son los derechos humanos, no más, tratando de cerrar la brecha entre
hombres y mujeres en una cultura terriblemente patriarcal. Ser feminista es
tener el coraje para hacer valer nuestros derechos y tomar la palabra, sobre
todo por las que no pueden.
C.d.G.: Antes mencionaba que ha sido
difícil avanzar en esta revolución, ¿qué hace falta para lograrlo?
F.T.: Las mujeres debemos pasar de la
rivalidad a la solidaridad. No nos educan para confiar en nosotras, “cuidado
con esa que es más bonita que tú, que te va a robar el novio”, esos son los
temas de las telenovelas. La solidaridad es algo nuevo para las mujeres. La
construcción de lo que queremos sólo es posible desde la complicidad. Existir
entre mujeres es muy chévere, pero pasar de la rivalidad a la solidaridad se
complica en una sociedad que pondera la palabra del hombre. Debemos reconocer
que nos antecede un pasado común, historias tenaces de abuso, violación, de no
existir, de estar al servicio del otro; tomar conciencia de esa memoria es
necesario para tejer un futuro mejor.
C.d.G.: ¿Cómo ve los nuevos lugares de
la masculinidad?
F.T.: No es fácil ser hombre hoy día,
las mujeres les están demostrando que es mejor solas que mal acompañadas. En la
mayoría de los casos de divorcio es la mujer quien toma la decisión. Los
hombres están empezando a entender que deben preguntarse sobre su masculinidad,
que ésta no es una esencia sino una construcción cultural. Es el momento de que
empiecen también una revolución, pero les resulta difícil porque significa
cuestionar el lugar de poder para el que han sido educados y socializados. Hoy
día los hombres tienen en frente mujeres que están a su mismo nivel, con nuevas
exigencias en la sexualidad, eso los pone en pánico. Ahora son ellos los que
tienen dolor de cabeza por la noche. Además, algunas mujeres, como en toda
revolución, se fueron a extremos radicales, mujeres violentas que incluso a mí
me dan miedo, es normal, en toda revolución hay terroristas (risas).
C.d.G.: Colombia debe decepcionarle
constantemente en términos de equidad de género, ¿qué la anima a seguir
luchando?
F.T.: Hemos logrado, como en casi todos
los países a finales del siglo xx, entrar en un periodo de cambio en el tema de
las mujeres, aunque no sea igual para todas, es más visible para las educadas y
de estrato 3 hacia arriba. Las mujeres se están considerando cada vez más
sujetas de derecho. Se ha desdibujado un poco el estereotipo de la mujer-mamá,
hay más cultura de anticoncepción y planificación. Las mujeres se han educado,
usan las herramientas legales para protegerse. Se han multiplicado los debates
sobre equidad de género, es imposible obviarlos en las agendas públicas. Somos
menos invisibles, pese a los baches, como la comisión de paz. Los hombres se
han sensibilizado ante esta cuestión, lo veo en las charlas, hace 20 años
hacían preguntas muy bobas, hoy preguntan cosas interesantes. Ellos están
aprendiendo a escuchar con humildad a las mujeres.
Entrevista publicada en la
edición N° 6 de Cabeza de Gato.
Especial Memorias del Futuro.
Disponible en Cartagena en la Librería Ábaco
y domicilios en Bogotá.
Escríbanos a: obviocabezadegato@hotmail.com
Facebook: Cabeza de Gato
Portada de nuestra edición impresa N° 6 |
Entrevista publicada en la
edición N° 6 de Cabeza de Gato.
Especial Memorias del Futuro.
Disponible en Cartagena en la Librería Ábaco
y domicilios en Bogotá.
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