lunes, 25 de noviembre de 2013

Conversaciones con Florence Thomas

Ilustración: José Balbino

Por: Juan de Dios Sánchez Jurado-especial para Cabeza de Gato
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Conversamos con Florence Thomas, referente indiscutible del feminismo en Colombia. Descubra lo que nos contó acerca del estado actual del movimiento y los retos que plantea el nuevo siglo para lograr la equidad de género.
  
Cabeza de Gato: A siete años de la primera edición de su libro Conversaciones con Violeta, ¿sigue la revolución del feminismo tan inacabada como entonces?
Florence Thomas: Por supuesto, tal vez más. Lo que tratamos es no retroceder, avanzar ha sido terriblemente difícil. La legalización del aborto sigue siendo una utopía. El embarazo adolescente ha tenido un mínimo descenso. La violencia contra las mujeres ha aumentado, su cuerpo sigue siendo un botín de guerra en un conflicto armado que no termina. La revolución de las mujeres estará lejos de terminar mientras sigamos en una cultura patriarcal y profundamente maternalista. Soy una mujer más o menos optimista, pero te desanimas cuando descubres cada vez más estragos del patriarcado. Este es un país complejo, con mucha dificultad para entrar en la modernidad.
C.d.G.: ¿Qué pasa con las mujeres que se resisten a renunciar a ciertos beneficios del machismo?
F.T.: Pese a que el machismo es ante todo un lugar de poder, de violencia, algunas mujeres han aprendido a vivir de lo que éste les pide, le sacan provecho y les resulta confortable. Ser feminista es andar por fuera de los caminos trazados para nosotras, a mi edad, estoy más allá del bien y del mal, pero para las jóvenes es complicado porque de alguna manera se considera al feminismo como la antiseducción. Hay muchas que se acomodan a la cultura patriarcal, que saben vivir de ello, que les parece perfecto ser objeto sexual, no saben que es necesario pasar de la casualidad de ser mujer a la conciencia crítica de lo que es ser mujer. Uno no nace feminista, se vuelve feminista, lo cual es una construcción en general colectiva. No puedes cambiar el mundo sola. Yo tuve la suerte de fundar el grupo Mujer y Sociedad en la Universidad Nacional. En mis conferencias a lo largo y ancho del país, la población que más se resiste a este discurso es la clase media y alta, en esos estratos hay mujeres inteligentes, que entienden del tema, pero no quieren cuestionar lo que viven, sería abandonar la tarjeta del club o en ocasiones separarse. La mujer de estrato popular entiende rápidamente que no tiene nada que perder y todo para ganar, abrir la puerta de su casa, salir al ámbito público, educarse, empoderarse. Es complicado trabajar con la secretaria ejecutiva que va al gimnasio, que siempre está impecable, ellas prefieren no saber. Hasta que la vida les da un golpe bien tenaz, entonces vienen a verme.
C.d.G.: Menciona que para las mujeres jóvenes es complicado iniciarse en el feminismo, ¿le preocupa el relevo generacional?
F.T.: El relevo generacional se está dando, tanto, que a mí ya me llaman la feminista histórica. Prefiero hablar de diálogo intergeneracional. Las jóvenes deben alimentarse del viejo feminismo, y al mismo tiempo construir puentes con el discurso de las feministas afro, indígenas y todas las vertientes del Feminismo Decolonial. Además deben entender que el concepto de género lo atraviesa todo, la clase social, la etnia.
C.d.G.: En dos de sus libros propone un diálogo ficticio, uno con una hija imaginaria y otro con un hombre ausente, ¿cree que en Colombia al feminismo le hacen falta interlocutores?
F.T.: Sí. Somos todavía bastante invisibles. Incluso dentro del feminismo hay fragmentación, es igual en cualquier movimiento social, a veces no nos escuchamos, y no estamos de acuerdo sobre muchas cosas, por ejemplo, sobre cómo negociar la paz o con relación al aborto. Es necesario dialogar, es la clave para construir puentes.
C.d.G.: ¿Cómo cree que debería ser la relación entre feminismo y educación básica?
F.T.: Si queremos cerrar la brecha entre hombres y mujeres, es necesario trabajar por una escuela no sexista. En las imágenes de los libros para aprender a leer, en general, todavía es “mi mamá me mima” y “mi papá maneja el tractor”, es decir, la figura de la mujer sigue relacionada a lo privado y la del hombre al manejo de lo público. La reconstrucción de este imaginario debe atravesar la educación en todos sus niveles. Hay que capacitar a los maestros y maestras, cambiarle el chip a todo el mundo, pero son proyectos muy costosos.
C.d.G.: ¿Cómo percibe que en la comisión del Gobierno para los diálogos de paz con las FARC no haya una mujer?
F.T.: Me indigna enormemente. Sobre todo por la manera en que las mujeres de este país han aguantado la guerra. Ellas han padecido el secuestro, la muerte de sus hijos, saben lo que es tener 24 horas para abandonar su pueblo. Entonces, ¿por qué no está la voz de ellas ahí? Sería un gran aporte, las mujeres tenemos una forma distinta de habitar el mundo, de interpretarlo y actuarlo; hemos hecho constituyentes, cabildos, marchas, hemos hecho todo por la paz, sin embargo, la ausencia en esa comisión demuestra cómo, pesa a estar capacitadas, todavía somos invisibles.
C.d.G.: Hablando del amor, éste es tradicionalmente entendido en forma sexista y estereotipada, ¿cree que ya es hora de reinventarlo?
F.T.: En el amor todo está por trasformar. Vivimos en una cultura patriarcal que distribuye roles estereotipados en las relaciones de pareja, el hombre es el sujeto y la mujer el objeto amoroso; un modelo que se reproduce hasta el cansancio y que se reitera en las canciones que suenan en radio, en las telenovelas. A las mujeres que tratan de cambiar esos modelos les va mal sentimentalmente. Sin embargo, ellas están mutando su lugar en el amor, son más exigentes, están descubriendo su cuerpo, son más sujetas. Eso no le gusta mucho a los hombres, este nuevo lugar de la mujer genera muchas tensiones de pareja.
C.d.G.: ¿El Feminismo es a menudo mal entendido por quienes en realidad no saben de qué se trata, si tuviera que explicárselos, qué les diría?
F.T.: Mujeres que exigen ser reconocidas como sujetas de derecho, eso es ser feminista, y no lo que algunos piensan, que devoramos a los hombres, que les hemos declarado la guerra y que somos brujas insoportables.
El enfoque de mi trabajo son los derechos humanos, no más, tratando de cerrar la brecha entre hombres y mujeres en una cultura terriblemente patriarcal. Ser feminista es tener el coraje para hacer valer nuestros derechos y tomar la palabra, sobre todo por las que no pueden.
C.d.G.: Antes mencionaba que ha sido difícil avanzar en esta revolución, ¿qué hace falta para lograrlo?
F.T.: Las mujeres debemos pasar de la rivalidad a la solidaridad. No nos educan para confiar en nosotras, “cuidado con esa que es más bonita que tú, que te va a robar el novio”, esos son los temas de las telenovelas. La solidaridad es algo nuevo para las mujeres. La construcción de lo que queremos sólo es posible desde la complicidad. Existir entre mujeres es muy chévere, pero pasar de la rivalidad a la solidaridad se complica en una sociedad que pondera la palabra del hombre. Debemos reconocer que nos antecede un pasado común, historias tenaces de abuso, violación, de no existir, de estar al servicio del otro; tomar conciencia de esa memoria es necesario para tejer un futuro mejor.
C.d.G.: ¿Cómo ve los nuevos lugares de la masculinidad?
F.T.: No es fácil ser hombre hoy día, las mujeres les están demostrando que es mejor solas que mal acompañadas. En la mayoría de los casos de divorcio es la mujer quien toma la decisión. Los hombres están empezando a entender que deben preguntarse sobre su masculinidad, que ésta no es una esencia sino una construcción cultural. Es el momento de que empiecen también una revolución, pero les resulta difícil porque significa cuestionar el lugar de poder para el que han sido educados y socializados. Hoy día los hombres tienen en frente mujeres que están a su mismo nivel, con nuevas exigencias en la sexualidad, eso los pone en pánico. Ahora son ellos los que tienen dolor de cabeza por la noche. Además, algunas mujeres, como en toda revolución, se fueron a extremos radicales, mujeres violentas que incluso a mí me dan miedo, es normal, en toda revolución hay terroristas (risas).
C.d.G.: Colombia debe decepcionarle constantemente en términos de equidad de género, ¿qué la anima a seguir luchando?
F.T.: Hemos logrado, como en casi todos los países a finales del siglo xx, entrar en un periodo de cambio en el tema de las mujeres, aunque no sea igual para todas, es más visible para las educadas y de estrato 3 hacia arriba. Las mujeres se están considerando cada vez más sujetas de derecho. Se ha desdibujado un poco el estereotipo de la mujer-mamá, hay más cultura de anticoncepción y planificación. Las mujeres se han educado, usan las herramientas legales para protegerse. Se han multiplicado los debates sobre equidad de género, es imposible obviarlos en las agendas públicas. Somos menos invisibles, pese a los baches, como la comisión de paz. Los hombres se han sensibilizado ante esta cuestión, lo veo en las charlas, hace 20 años hacían preguntas muy bobas, hoy preguntan cosas interesantes. Ellos están aprendiendo a escuchar con humildad a las mujeres.


Portada de nuestra edición impresa N° 6


Entrevista publicada en la
edición N° 6 de Cabeza de Gato.
Especial Memorias del Futuro.
Disponible en Cartagena en la Librería Ábaco
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